jueves, 18 de junio de 2015

El gen argentino




(Por Sebastián Agusto) Misma cultura social. Misma cultura futbolera. Los Uruguay-Argentina o Argentina-Uruguay, como quieran decirle, siempre dejan algo que contar al finalizar el encuentro. Este, aunque concluyó en un simple 1-0 en el marcador, dejó miles de detalles a analizar y muy ricos en su esencia.

En un partido que fue por demás clásico en su contenido, influenciado seguramente por la memoria de esas viejas e históricas batallas ríoplatenses, el equipo nacional dejó varios sellos para destacar y no pasar por encima.

En primer lugar y más que importante, es que Martino utilizó por primera vez en una competencia oficial, su equipo ideal. El ingreso de Zabaleta por Roncaglia, le quitaba juego aéreo pero le otorgaba a su vez,  calidad de proyección y finalización de jugada por la banda.

Por el otro lado, la vuelta de Biglia por Banega, que aunque parezca que posicionalmente nada modificaba, conceptual y funcionalmente, le daba un giro de 360º. Es que no solo otorgaba la posibilidad de liberar a Mascherano como un líbero estratégico de una defensa descompensada (por la constante subida de los laterales), sino que también brindaba una característica natural del jugador, como la de estar siempre cerca de la pelota. Hecho el cual, lo deja siempre en una primera línea de presión para recuperar la pelota. Correcta ubicación, para recuperar en el menor tiempo posible la posesión.

Luego durante el trascurso del juego la teoría fue llevada a la práctica, casi que ni bien la se dispuso el toque inicial. Pero un detalle en los primeros minutos, que lamentablemente no se mantuvo durante los 90´ tanto por la esencia  de los protagonistas en cuestión como de los rivales sometidos, cautivó mi atención.  Uno de los mejores jugadores del mundo como Javier Pastore, estuvo extrañamente contenido y falto de liberación, en el pasado duelo ante la Albirroja.  Pero esta vez,  la modificación en el esquema de la Celeste (colocación de 5 volantes en el centro del campo, dejando en soledad a su jugador de punta Cavani), no impidió que la

Argentina, ya sea por orden del Tata o por la brillantez individual de Messi, profundizará sus ataques por dentro dado a que el astro mundial, se posicionaba por delante de la línea de volantes rival, dejando así al Flaco totalmente desprendido de zona de conflicto, para dañar desde cerca a la defensa Charrúa. Reitero este experimento duró, para la pena nacional, escasos 20´.

Desde los 25´ del primer tiempo, hasta la finalización del partido, Uruguay equilibró el juego con su característico despliegue guerrero y logró que la Albiceleste solo desarrollara el juego que Tabárez seguramente anhelaba. Posesión lejana y cuando los de Martino se acercaban a ¾ de cancha, una firme presión que promovía la lateralización constante del balón, que ante la frustración en la concreción de los ataques, todos estos culminaran en centros para un Agüero imposibilitado de luchar por arriba y en tierra de gigantes.  El famoso y vulgar embudo era la principal arma uruguaya.

En el comienzo del segundo tiempo las ideas y los esquemas no variaron.  Un segundo  inicio tan equilibrado, que en el transcurso del mismo Uruguay atravesó lo peor que creo, un equipo puede mostrar. Dejó en manifiesto de todo el público presente su incapacidad de creación y su falta de ideas, en el momento de mayor comodidad  y en el que el partido podría haberse inclinado de su lado.  Así fue como casi en forma de castigo, lo improbable se volvió realidad.
Casi con seguridad, solo en  1 de 100 oportunidades, el Kun podía ganarle de arriba ya sea a Godín o a Giménez.  Esa única probabilidad llegó. Esa picardía innata que posee Agüero, se materializó en gol y adiós a la estrategia Charrúa, inteligente pero cobarde a la vez. 

Luego de unos instantes e impulsada por el “ole” que se coreaba desde las tribunas, la Argentina cometió el mismo error que ante Paraguay. Ese gen argentino, de sentirse superior y relajarse en la ventaja, buscando hasta casi el goce al rival, se hizo presente durante algunos minutos. Rápidamente, la Celeste nos ubicó en sintonía. Pertenecemos al mismo sentir cultural, quizá por eso la escasa duración del gen. Desde este lugar, el partido fue tomando temperatura e increíblemente el equipo argentino lejos de sumergirse en ese terreno, se sereno y mantuvo su calma, salvo alguna que otra situación aislada.

Sorprendentemente Tabárez no movió piezas de su esquema hasta entrado el final del encuentro, y es en estos cambios finales donde se repitió una problemática en el equipo albiceleste. Por segunda ocasión, cuando el equipo rival coloca dos delanteros de área (en este caso Cavani y el ingresado por Lodeiro, Abel Hernández), las falencias defensivas y las llegadas del adversario comienzan a sucederse. Por fortuna para el equipo argentino,  dicha sistemática falla no llegó a mayores, pese a que en cuestión de minutos Uruguay había –como nunca en el partido- acorralado a la Argentina.

Sin dudas una cuestión a corregir para Martino de cara a lo que serán los partidos de la próxima fase. Ahora se vendrá Jamaica (oponente que poca resistencia puede ofrecer, por lo demostrado anteriormente) y esperemos que este gen argentino no vuelva a aparecer.

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