(Por Sebastián Agusto) Misma cultura social. Misma cultura futbolera. Los
Uruguay-Argentina o Argentina-Uruguay, como quieran decirle, siempre dejan algo
que contar al finalizar el encuentro. Este, aunque concluyó en un simple 1-0 en
el marcador, dejó miles de detalles a analizar y muy ricos en su esencia.
En un partido que fue por demás clásico en su contenido,
influenciado seguramente por la memoria de esas viejas e históricas batallas
ríoplatenses, el equipo nacional dejó varios sellos para destacar y no pasar
por encima.
En primer lugar y más que importante, es que Martino
utilizó por primera vez en una competencia oficial, su equipo ideal. El ingreso
de Zabaleta por Roncaglia, le quitaba juego aéreo pero le otorgaba a su
vez, calidad de proyección y
finalización de jugada por la banda.
Por el otro lado, la vuelta de Biglia por Banega, que
aunque parezca que posicionalmente nada modificaba, conceptual y
funcionalmente, le daba un giro de 360º. Es que no solo otorgaba la posibilidad
de liberar a Mascherano como un líbero estratégico de una defensa descompensada
(por la constante subida de los laterales), sino que también brindaba una característica
natural del jugador, como la de estar siempre cerca de la pelota. Hecho el
cual, lo deja siempre en una primera línea de presión para recuperar la pelota.
Correcta ubicación, para recuperar en el menor tiempo posible la posesión.
Luego durante el trascurso del juego la teoría fue
llevada a la práctica, casi que ni bien la se dispuso el toque inicial. Pero un
detalle en los primeros minutos, que lamentablemente no se mantuvo durante los
90´ tanto por la esencia de los
protagonistas en cuestión como de los rivales sometidos, cautivó mi
atención. Uno de los mejores jugadores
del mundo como Javier Pastore, estuvo extrañamente contenido y falto de
liberación, en el pasado duelo ante la Albirroja. Pero esta vez, la modificación en el esquema de la Celeste
(colocación de 5 volantes en el centro del campo, dejando en soledad a su
jugador de punta Cavani), no impidió que la
Argentina, ya sea por orden del Tata o por la brillantez
individual de Messi, profundizará sus ataques por dentro dado a que el astro
mundial, se posicionaba por delante de la línea de volantes rival, dejando así
al Flaco totalmente desprendido de zona de conflicto, para dañar desde cerca a
la defensa Charrúa. Reitero este experimento duró, para la pena nacional, escasos
20´.
Desde los 25´ del primer tiempo, hasta la finalización
del partido, Uruguay equilibró el juego con su característico despliegue
guerrero y logró que la Albiceleste solo desarrollara el juego que Tabárez
seguramente anhelaba. Posesión lejana y cuando los de Martino se acercaban a ¾ de
cancha, una firme presión que promovía la lateralización constante del balón,
que ante la frustración en la concreción de los ataques, todos estos culminaran
en centros para un Agüero imposibilitado de luchar por arriba y en tierra de
gigantes. El famoso y vulgar embudo era
la principal arma uruguaya.
En el comienzo del segundo tiempo las ideas y los
esquemas no variaron. Un segundo inicio tan equilibrado, que en el transcurso
del mismo Uruguay atravesó lo peor que creo, un equipo puede mostrar. Dejó en
manifiesto de todo el público presente su incapacidad de creación y su falta de
ideas, en el momento de mayor comodidad
y en el que el partido podría haberse inclinado de su lado. Así fue como casi en forma de castigo, lo
improbable se volvió realidad.
Casi con seguridad, solo en 1 de 100 oportunidades, el Kun podía ganarle
de arriba ya sea a Godín o a Giménez.
Esa única probabilidad llegó. Esa picardía innata que posee Agüero, se materializó
en gol y adiós a la estrategia Charrúa, inteligente pero cobarde a la vez.
Luego de unos instantes e impulsada por el “ole” que se
coreaba desde las tribunas, la Argentina cometió el mismo error que ante
Paraguay. Ese gen argentino, de sentirse superior y relajarse en la ventaja,
buscando hasta casi el goce al rival, se hizo presente durante algunos minutos.
Rápidamente, la Celeste nos ubicó en sintonía. Pertenecemos al mismo sentir cultural,
quizá por eso la escasa duración del gen. Desde este lugar, el partido fue
tomando temperatura e increíblemente el equipo argentino lejos de sumergirse en
ese terreno, se sereno y mantuvo su calma, salvo alguna que otra situación
aislada.
Sorprendentemente Tabárez no movió piezas de su esquema
hasta entrado el final del encuentro, y es en estos cambios finales donde se
repitió una problemática en el equipo albiceleste. Por segunda ocasión, cuando
el equipo rival coloca dos delanteros de área (en este caso Cavani y el
ingresado por Lodeiro, Abel Hernández), las falencias defensivas y las llegadas
del adversario comienzan a sucederse. Por fortuna para el equipo
argentino, dicha sistemática falla no
llegó a mayores, pese a que en cuestión de minutos Uruguay había –como nunca en
el partido- acorralado a la Argentina.
Sin dudas una cuestión a corregir para Martino de cara a
lo que serán los partidos de la próxima fase. Ahora se vendrá Jamaica (oponente
que poca resistencia puede ofrecer, por lo demostrado anteriormente) y
esperemos que este gen argentino no vuelva a aparecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario